El intestino es el mayor órgano en tamaño y funcionalidad del cuerpo humano. Regulador de múltiples funciones metabólicas, desde inmunitarias hasta endocrinas, lo analizamos en este artículo y te ayudamos a entenderlo.
El intestino es el mayor órgano en tamaño y funcionalidad del cuerpo humano. Más allá de ser una tubería por la que pasan los alimentos y se absorben los nutrientes que estos contienen, es un auténtico órgano regulador de múltiples funciones metabólicas, desde inmunitarias, hasta endocrinas, pasando por neuronales y cognitivas, que aún están en estudio. Se podría incluso decir que es uno de los órganos, junto al cerebro, más desconocido del organismo.
Tiene una longitud de 6 a 7 metros y contiene del orden de 1,5 kg. de bacterias que constituyen la flora intestinal en el intestino grueso, quizá la parte más interesante del mismo. Estas tienen funciones tan importantes como las del “refinamiento” en la digestión de algunos nutrientes, transformación para su absorción de vitaminas y minerales, constituyen una fuente inagotable de materias primas para el buen funcionamiento del sistema inmune, además de una barrera de control de patógenos y sustancias tóxicas que a diario desactivan. Se encuentran enclavadas en las microvellosidades intestinales, que se encuentran en el llamado “borde en cepillo” de las células que tapizan el interior del intestino. Dichas células se llaman enterocitos y se encuentran unidas unas a otras formando una muralla continua e impermeable que, con el cepillo continuo y repleto de bacterias de la flora, constituyen un universo llamado “mucosa intestinal”.
El intestino como origen de enfermedades
La mucosa intestinal habla y hay que escucharla. A veces el sonido de su llamada de atención procede del propio vientre, donde anatómicamente situamos al intestino grueso, mediante sensaciones como hinchazón abdominal, malas digestiones, gases, diarrea o estreñimiento. En otras ocasiones la llamada procede de lugares como la piel, el tiroides, la cabeza, en forma de dermatitis atópica o rosáceas, hipotiroidismo, cefaleas y migrañas. Síntomas estos últimos que pueden tener su origen, en contra de toda sospecha, en una mala salud de la mucosa intestinal.
Este tipo de síntomas suelen ser tratados por diferentes especialistas médicos sin reparar en que su origen puede ser común y lejano de la zona de estudio. Por desgracia, para estudiar la relación intestinal - sistémica (todos los sistemas) no hay técnicas más allá que la de la intervención dietética para la mejora de la salud intestinal y observar la mejora de la clínica en cuestión.
Reparando el intestino
Para entender el tipo de dieta debemos entender los mecanismos que pueden desencadenar esta serie de síntomas intestinales, cutáneos, centrales o tiroideos. La base puede estar en una hiperactividad del sistema inmune cuando se produce lo que llamamos “permeabilidad intestinal”. Cuando por diversos motivos, desde una alimentación alta en azúcares y productos procesados hasta situaciones de estrés, falta de sueño, etc. la mucosa intestinal se degrada, pasamos de tener una muralla compacta a una muralla con huecos, agujereada. Es decir, cuando los enterocitos se separan unos de otros, el borde en cepillo deja de ser continuo y la flora intestinal sufre modificaciones, el intestino se hace permeable. Pero, ¿permeable a qué? A las miles de sustancias tóxicas y compuestos químicos industriales provenientes de los alimentos que comemos diariamente. Cuando perdemos esa primera barrera de protección, se activa la segunda línea de defensa, el sistema inmune con sus soldaditos y sus armas (mastocitos, citoquinas etc.), que generan un estado defensivo (llamado inflamación) primero a nivel local (síntomas digestivos), que puede pasar de esta primera instancia por vía sanguínea a otras zonas sensibles donde estos agentes de seguridad pueden actuar de forma errónea sobre la piel: vasos sanguíneos cerebrales o glándula tiroides. Pero…
- Si mejoramos el estado inflamatorio generalizado del cuerpo mediante el consumo de grasas antiinflamatorias ricas en omega 3 como frutos secos, pescados azules, ibéricos e incluso suplementos.
- Si eliminamos activadores per se de inmunidad como gluten, lactosa y compuestos como los contenidos en ajo, cebolla, col, brócoli, coliflor, setas, champiñón, azúcares, miel y edulcorantes (alimentos llamados FODMAP de las siglas fructooligosacáridos, disacaridos, monosacaridos y polialcoholes).
- Si además incluimos en la dieta alimentos ricos en selenio (modulador del sistema inmune) como carnes rojas, vísceras y huevo, o lo suplementamos.
… Podemos observar cómo en pocas semanas las malas digestiones, malestar digestivo, migrañas, problemas cutáneos, cansancio y ganancia de peso pueden desaparecer.
En ese caso, habremos tapado un agujero por el que se nos estaba escapando la calidad de vida, mejorando esa capa de ozono que nos protege de las agresiones del universo en el que nos desenvolvemos cada día.
Autor: Eduardo Agudo, nutricionista.
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