Todos hemos sufrido algún calambre alguna vez. En este artículo profundizamos sobre este tipo dolor y os ofrecemos algunos consejos para dejar de sufrirlos.
Que molestos son cuando los tenemos… es la típica sensación difícil de describir pero que se siente como si te clavasen millones de agujas a la vez. Si nunca has tenido calambres, no sabes la suerte que tienes. Suelen ser tan desagradables y dolorosos que no puedes deseárselos a nadie.
En definición concreta llamamos calambre a "aquella contracción involuntaria y dolorosa de un músculo que dura poco tiempo". Si que es cierto que dura muy poco tiempo, pero el suficiente como para casi llorar de dolor.
Existen dos tipos de calambres: los llamados "beningnos" que son los que tenemos en los gemelos o plantas de los pies por lo general mientras dormimos y los calambres "asociados al ejercicio" que ocurren durante la práctica deportiva o justo después de esta.
Si es cierto que los calambres son inofensivos (más allá del dolor que podamos experimentar) pero pueden imposibilitar el correcto uso del músculo que lo experimenta. Si estamos subiendo un puerto, por ejemplo, y experimentamos un gran calambre podremos incluso caernos al dejar de tener control sobre el músculo y no poder pedalear.
Por lo general los calambres están vinculados a la deshidratación. Recordemos que la falta de agua es la principal causa. Si no tenemos un correcto balance hídrico, nuestro sistema de contracción muscular fallará. De ahí la importancia de hidratarnos antes, durante y después del ejercicio.
De la mano de la deshidratación están los niveles bajos de ciertos minerales como el magnesio, el sodio, el calcio o el fósforo. Aportar sales minerales es fundamental para contra restar su aparición (más aún con altas temperaturas). El calor es un principal desencadenante de la aparición de los calambres.
Otra causa a tener en cuenta es la reducción del flujo sanguíneo hacia los músculos (cuando pasamos demasiado tiempo sentados o tumbados sin movernos). Es importante mantener cierto movimiento o elevar las piernas cada poco tiempo para permitir que los músculos tengan el correcto flujo sanguíneo. Con ello conseguiremos evitarlos en cierta medida.
La compresión de los nervios es otro de los motivos por el que se pueden sufrir calambres. Esto ocurre cuando tenemos pinzado algún nervio (pe ciática o estenosis lumbar).
La ingesta de bebidas alcohólicas también aumenta el riesgo de tener calambres por el simple motivo que el alcohol deshidrata.
Realmente no existen medidas específicas para combatir los calambres más allá de cuidar todos estos tips anteriormente descritos. Si se recomienda a todo deportista que cuide aspectos esenciales como es una buena alimentación e hidratación, un buen descanso (al menos 8 horas de sueño) y un entrenamiento programado y organizado por un experto en el área.
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