Henar Heras y cómo volver a sonreír gracias a la bici

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¿Yo quién soy? Yo también me lo pregunto y no sé qué contestar. No porque no me conozca a mi misma, una ya tiene una edad y he pasado mucho tiempo a solas como para saber contestar a esta pregunta, pero reconozcámoslo, no es una respuesta fácil. 

Soy una chica (la edad de ser chica ya sabemos que aumenta conforme cumplimos años) que le gusta la bici, pero no desde siempre. Crecí en un ambiente bastante rural donde la bicicleta no era un deporte, sino un medio de transporte para ir a casa de Mamen, ir a las ruinas de la estación o al lavadero a tentar la suerte de caernos al agua. Era una forma de caminar rápido con un hermano pequeño; lo montabas atrás e iba a tu ritmo, y por la noche, la bicicleta, aunque costara más pedalear, tenía luz. Pero la bicicleta en mi vida se quedó ahí, en la bicicleta rosa de la comunión. Nunca me gustó esa bicicleta, yo la quería roja (entonces no sabía que era el color preferido de Miguel Indurain), pero me hacía la función. 

Fui creciendo y las correrías del pueblo se fueron esfumando. Me fui de mi ciudad a la universidad y entré en un huracán de estudios, oposiciones y vida de adulto que me alejó de la bici. Un verano loco mi marido y yo nos compramos unas bicicletas (tampoco fue roja) y hacíamos salidas por el valle, pero vinieron más estudios, hijas y la bicicleta se quedó de adorno en el trastero, la mía y la de mi marido. 

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Debido a una lesión de rodilla, mi marido empezó a retomar la bicicleta. Siempre llegaba a casa contento de los sitios por donde había estado y las cuestas que había subido. Le veía tan feliz que me pregunté qué me impedía a mi hacer lo mismo. No encontré respuesta. Así es que saqué la bicicleta del trastero. Mi marido me ayudó con las rutas. Me enseñó las aplicaciones de navegación y me aconsejaba caminos. A nuestras gemelas también les gustaba la bicicleta y, siendo ellas bastante pequeñas, hacíamos planes de vías verdes. Pero fuera de las excursiones familiares yo siempre salía sola y hacía las mismas rutas. No me atrevía a salir de las pistas conocidas. 

A raíz de una grave caída empecé a buscar un grupo de chicas en Navarra. Me acuerdo que en una noche de insomnio encontré a Erkuden Almagro en un blog y me puse en contacto. Media hora más tarde me contestó y me hizo súper feliz. ¡Eran las 12 de la noche!. Me apunté a un curso de btt. A partir de ahí conocí el club y empecé a salir. Pero no fue hasta el Reto Tontorras (alcanzar 24 cimas de mi provincia) cuando gracias a una chica del club, Gloria, me quité el miedo de andar sola por el monte. Gloria me ayudó mucho y me enseñó más. Antes del Reto Tontorras ya montaba quedadas en la Federación, pero era distinto. Entonces me di cuenta de que las mujeres nos necesitamos, no sólo para empezar a andar en bici, sino también para salir de nuestra zona de confort y seguir mejorando. 

Me hice Women in Bike. Recibo más que doy. Gracias a las quedadas soy capaz de mejorar y espero que con ellas yo también pueda convertirme en esa Gloria para las demás que hizo que mi vida saliera de la monotonía.  Y respondiendo a la pregunta inicial de quién soy. Soy esa mujer que gracias a un grupo de mujeres ciclistas tiene un espacio personal en las salidas de bici que ha traspasado la barrera del deporte y se ha convertido en amistad. Soy esa madre, que junto con el padre, hemos enseñado a nuestras hijas la pasión por el ciclismo, el amor por la naturaleza y la vida saludable y nos vamos siempre de vacaciones cargados con las bicis y con rutas en el gps. Soy esa profesional que llega al hospital con la cabeza fresca llena de ilusión por su trabajo y que cuando está sola en la bici piensa en la mejor manera de abordar los problemas del día a día. Soy lo que soy, en parte, gracias a la bicicleta. Gracias a todas.

Henar Heras

 

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