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Marina Calvo y su superación personal gracias a la bicicleta

Tras 27 años sin montar en bici, a esta líder de Women In Bike, una pregunta le cambió completamente la vida.

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Mi nombre es Marina y tengo 49 años, mi contacto con el mundo de la bici y el ciclismo es reciente. Hace tres años conocí a alguien que me preguntó: “¿Montas en bicicleta?”; me quedé paralizada y mi respuesta fue: “No, llevo sin montar en bicicleta 27 años”; El no fue un no rotundo, un no de… ni se te ocurrirá proponérmelo. Pero desde que me formularon esta pregunta, comenzó poco a poco, día a día, mi curiosidad, mi esfuerzo, mi superación y transformación, en la que aún continúo inmersa.

Empecé a montar en bici de niña con cuatro años, como la mayoría, con una BH azul, con mis rodines. Mi padre fue quien me ayudó a deshacerme de ellos, aún recuerdo las caídas y cuando me empujaba del sillín, en cuanto me daba cuenta que ya iba sola perdía el equilibrio y me caía. Con 12 años pasé a tener una famosa Motoretta con ruedas como las MTB actuales, que fue una pasada, pero no fui una fanática de la bici. Ya con 20 años tuve una experiencia desagradable, debido a que tras una salida tuve una lesión en la zona del suelo pélvico y dije “nunca jamás volveré a montar en bici, es demasiado doloroso para mí” y hasta ahí, mi historia con la bici, momento en que dejó de interesarme totalmente.

Nunca he tenido contacto con el mundo del ciclismo, ni familia, ni amigos, ni nada de nada. El contacto más directo con el mundo del ciclismo era ver el Tour o la Vuelta cuando lo ponían antiguamente en la tele después del telediario de la 1 y ya hace años de eso, o cuando en las fiestas del pueblo pasaba alguna carrera por la puerta de casa de mi abuela y salíamos a aplaudir. Cuando fui madre, compré a mis hijos bicis, pero como en casa no había mucho ambiente ciclista a ellos tampoco les dio por usarla mucho.

Tras una crisis personal y una lesión seria con rotura de huesos, decidí comenzar a hacer deporte retomando el gimnasio que había dejado aparcado. A la vez la persona que antes he mencionado que me hizo la pregunta de que si montaba en bici, se convirtió en mi pareja. Él sí que montaba, y empecé a acompañarle en el interés por esta disciplina. Iba con él a sus competiciones de un circuito en que estaba inscrito, me convertí en su asistente, ayudándole en el protocolo preparatorio y los fines de semana cuando tocaba, íbamos de pueblo en pueblo, levantándonos a las 6 de la mañana o antes. Empecé a respirar el aire del ambiente del mundillo del ciclismo de montaña, aire sano, de los deportistas y sus familias, que les acompañan a los eventos, disfrutaba viéndoles pasar en puntos estratégicos del circuito, así como de los paisajes, de la llegada a meta y de la entrega de trofeos y meriendillas posteriores, empezando a confraternizar con otros asistentes asiduos.

Un día me dije: ¿Y por qué no empezar a montar? ¿Y por qué no acompañarle en las salidas por la ciudad y alrededores? Como he dicho antes, empecé a ir al gimnasio, pero, ¿por qué no hacer deporte al aire libre y disfrutar de la naturaleza y los paisajes? Preparamos una bicicleta antigua, una BH Sierra Nevada y comencé, no sin miedos ni temores a salir, un ciclista pro y una principiante. Los inicios no fueron como a mí me hubieran gustado; lo que para mí era un esfuerzo tremebundo para él era un paseíllo soso; hubo caídas, lágrimas, amagos de ahogo e insuficiencias respiratorias, discusiones sobre técnicas y dificultad de las rutas, dolores de isquiones por sillines inadecuados, pero al final siempre quedaba el regusto de haberlo conseguido. Al respecto podría añadir miles de anécdotas para reír y para llorar también.

Empecé a practicar el ciclismo de montaña en junio de 2018, y en agosto ya estaba haciendo rutas por las montañas gallegas de la comarca de O Ferrol, subiendo cuestas que hacía tres meses ni podía haber soñado subir. Subidas con las que nunca pensé que podría enfrentarme, en alguna ocasión tuve que echar el pie a tierra, pero pienso que no es ninguna deshonra y mucho menos para una principiante. A los pocos meses, en octubre me enfrenté a mi primer puerto en Granada, el Puerto del Lobo (10 km de subida continua) el cual acabé casi entre lágrimas, pero lo logré. Y en enero, sólo seis meses después de haber empezado, un fin de semana hicimos una marcha cicloturista por la Sierra de Madrid y Guadalajara, desde Montejo de la Sierra a Tamajón (siete horas en Bici) y al día siguiente desde Tamajón a Jadraque (cinco horas en Bici). Cuando regresábamos a casa mis niveles de lactato estaban disparados, pero vuelvo a repetir, me quedaba el regusto de haberlo podido conseguir, aunque fuera la participante escoba, que siempre iba al final. Como estas experiencias ha habido y habrá algunas más. En pocos meses alcancé grandes logros para una novata y si yo puedo, cualquier chica puede.

Mis amigas y compañeras me decían que estaba loca, que cómo me metía en esos jaleos sin tener una alta preparación y yo siempre les decía lo mismo: el ciclismo es un deporte agradecido y enseguida se ven los avances que uno consigue, día a día, mes a mes. En ese sentido me ha ayudado salir con alguien que siempre me ha exigido un poco más, aunque a veces le tengo que frenar un poco, porque exigir más de la cuenta a veces puede llegar a desanimar. En mi familia hay opiniones encontradas, a mi hermana le parece estupendo y a mis padres les parece una locura, siempre piensan que me va a pasar algo, que me va a atropellar un coche. Pero desde que monto en bici, mi cuerpo se ha desoxidado y he dejado de tener dolores óseo-musculares que me acompañaban desde hacía tiempo.

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En el confinamiento que hemos vivido he estado en contacto con varios grupos de chicas ciclistas, todas estábamos deseando salir a rodar y a entrenar, hay quienes esperábamos poder salir al aire libre, y había quienes daban todo en un rodillo. Yo no tengo rodillo y creo que no lo compraré nunca, porque a mí lo que me gusta es el aire libre y salir con compañía. En el confinamiento por fin me decidí y me compré una bici nueva, estaba deseando que me llegará y por fin el día antes de mi cumple, llegó a casa, pero por caprichos del destino tras varias salidas he tenido un pequeño accidente que no ha sido nada (fisura en la muñeca) que ha hecho que por lo menos en un mes no pueda practicar éste deporte, y estoy sufriendo más que por mi daño físico, por no poder salir y disfrutar de mi bici, del aire, de la naturaleza y de la compañía de mis compañeras bikers.

Por mi experiencia y las situaciones vividas, no es buena opción empezar a salir con un ciclista muy experimentado, cuando se va a comenzar. Por ello y tras llegar a mí el proyecto de la Real Federación de Ciclismo, Women in Bike y sus quedadas, decidí montarme en el barco y hacer el curso con ellos de Líder. Me pareció súper interesante ayudar a otras chicas, o bien a iniciarse en éste deporte o bien a conectar con otras chicas para no salir solas y crear nuestro grupo. El proyecto lo conocí a través de las redes sociales y desde que estoy en contacto con ellos me han aportado seguridad, me aportan formación y apoyo constante y ya he conocido a un montón de mujeres que están interesadas en el ciclismo y que al final, todas tienen los mismos problemas: no quieren salir a entrenar con hombres, no quieren ir solas, o no se atreven a empezar y no se ven capaces de hacer más de 5 o 10 km como mucho.

Gracias a Women in Bike, en Toledo, tenemos un grupo fijo de unas 12 chicas al que hemos puesto el nombre de Las Águilas de Toledo, todas practicamos MTB, y además habrá otras diez chicas que ocasionalmente se ponen en contacto con nosotras y acuden a alguna quedada. Los niveles son nivel de iniciación y nivel medio y tenemos proyectos también para crear próximamente grupos de niñas, proyectos para enseñar mantenimientos básicos de la bici y que las ciclistas no sepan resolver las incidencias que les puedan ocurrir en ruta.

Este proyecto ayuda a motivar a las mujeres a ésta disciplina y a hacer visible que las mujeres también practican ciclismo. Animo a todas las chicas  que rueden solas a que se pongan en contacto con nosotras, que sepan que no están solas y que somos una gran comunidad. 

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Tras solo dos años que llevo montando en bici, si miro hacia detrás, mis avances han sido increíbles, nunca lo hubiera imaginado. La verdad es que mi pareja ha sido mi inspiración y ha sido quién me ha ayudado a poder avanzar en este mundillo. Además también he de dar las gracias a mis compañeras de Women in Bike y a la Federación por su apoyo y por la oportunidad que nos da a muchas mujeres para animarnos a practicar este deporte y a superarnos día a día.

Seguiré trabajando y esforzándome para que esta pequeña familia crezca un poco más. En definitiva, pasé de detestar la bici a enamorarme de ella y ahora es una parte importante de mi vida.

Autora: Marina Calvo Villalta

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