Patricia Martín y su motivadora historia ciclista

Sin subirse a una bici desde la adolescencia, Patricia Martín volvió a dar pedales hace solo 3 años, y desde entonces no ha parado. Ahora es líder del proyecto Women In Bike, desde el que ayuda a otras mujeres a iniciarse en la práctica ciclista.

Patricia-Martin

Nací en Madrid hace 40 años; de madre madrileña y padre vasco, crecí y viví en Madrid hasta que en el año 1998 decidí trasladarme con mi pareja a la sierra madrileña, exactamente a Collado Villalba, donde resido actualmente. Tengo una hija de 15 años a la que poco a poco voy introduciendo en el mundo del ciclismo.

No había montado en bicicleta desde mi adolescencia, ya que pasaba los veranos en la playa donde solía montar con mis primos y amigos. Pero luego pasaron los años y, la verdad, nunca me llamó la atención…

Aquí en la sierra conocía mucha gente que montaba, pero en ninguna ocasión me animé a salir con ellos. Hace unos tres años, teníamos en casa una bicicleta de un familiar “algo vintage” y cansada de verla oxidada y llena de polvo, un buen día, animada por mi mejor amigo, decidí sacarla a pasear por una dehesa cercana a mi domicilio. Volví a las dos horas y, sinceramente, la experiencia fue gratificante y maravillosa. Me sentí bien, desconecté, disfruté y pensé: ¿por qué no repetir?

Y eso fue lo que hice. Pasados unos días me animé de nuevo, pero ya un poco más lejos… Conseguí recorrer 16 km; hacía frío, algo de niebla y había mucho barro por los caminos que elegí, pero puse muchísima ilusión en mi nueva aventura y mi nuevo vicio. Así que al llegar a casa decidí llamar a mi amigo para quedar con él y rodar juntos, y así a su vez él podría enseñarme, corregir mis errores y sobre todo mejorar y perfeccionar, ¡porque tenía mucho que aprender!

La rutilla estuvo bien; bueno, algo dura para mí por ser inexperta: cada vez que veía un poco de desnivel me bajaba de la bici y empujaba hasta que veía algo llano, ¡pero una vez más mereció la pena! Y lo mejor de todo, la bicicleta “vintage” había resistido de nuevo. Al llegar a casa fui a comprarme unas zapatillas con calas, desmontamos los pedales, me puso unos automáticos y me dijo, ¡venga, agárrate a un mueble y a practicar! Y allí me quede yo un buen rato metiendo y sacando las calas.

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A partir de ese momento fui saliendo sola los días que podía, pero reconozco que era muy aburrido y a veces pasaba un poco de miedo… así que un día decidí investigar en redes sociales y buscar grupos de chicas por la zona, con tan buena suerte que encuentro un vídeo de unas diez mujeres atravesando un río con las bicis a cuestas, al grito de “vamos a morir”; y en ese momento me quedé tan impactada que pensé “esto es lo que yo necesito en mi vida”. Así que revisé todos los hashtag y etiquetas de la publicación como loca, hasta que di con un perfil y un correo electrónico de un club de MTB solo para mujeres y, lo mejor de todo, estaban en mi localidad. Conseguí hablar con Julián, su director, y me comentó que llevaban unos meses rodando juntas y que cada vez había más chicas; charlamos un rato y seguidamente me invitó a salir ese fin de semana con ellas para probar. Estaba claro, ese mismo día me apunté. Esa semana todo fueron nervios. Me compré un buen casco, algo básico de ropa y todo lo necesario para la ruta. Era tan importante para mí que nada podía faltar…

Y por fin llegó el gran día… apenas sin dormir y muy nerviosa me presenté en el lugar indicado y a la hora exacta. Os podéis imaginar mi cara al llegar con mi hierro “vintage”; todas las chicas súper bien equipadas y con bicicletas en condiciones, no como la mía, pero aun así todas me recibieron con una gran sonrisa y el buen rollo del equipo se veía a leguas. Al final el día no fue muy bien que digamos, porque las marchas de la bici y los frenos acabaron rompiéndose, pero creo que fue una señal para indicarme que debía comprar una bicicleta nueva y empezar de cero con ella mi nueva vida.

Y eso fue lo que hice…Compré una de gama baja y creo que, a día de hoy, esto y mi incorporación al Club Pink Bikers ha sido una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Es exactamente todo lo que necesitaba, conocer gente nueva, hacer deporte, desconectar y lo más importante de todo, que mi hija después de tantos años me viera feliz, porque hoy sí puedo decir que gracias al ciclismo y a este gran equipo he conseguido serlo.

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El año pasado me puse como reto personal terminar la Orbea Monegros, y lo conseguí. Y ahora, en unos meses espero repetirla y mejorar mi tiempo. Allí es donde conocimos a Erkuden Almagro, que poco después se puso en contacto con nosotros para hablarnos del proyecto Women In Bike de la RFEC.  Nuestro director me nombró coordinadora del equipo y, sinceramente, cada día estoy más feliz, contenta y motivada con esto. Me encanta salir con mis chicas cada semana, realizar quedadas Women In Bike, ayudar y motivar a muchas mujeres que, como yo en su día, dan su primera pedalada, superan sus miedos y cumplen poco a poco sus objetivos y retos personales a mi lado. Para mí es un gran orgullo pertenecer también a WIB, esta comunidad que cada día crece y avanza un poquito más, porque seguiremos rodando juntas y compartiendo miles de kilómetros por todo el país. Seguiremos animando, entrenando y formando a muchas más mujeres para que sean Líderes como nosotras y crezcamos mucho más, ¡porque esto solo acaba de empezar!

Como próximo objetivo personal, me gustaría realizar este año dos quedadas solidarias que son muy importantes para mí. Una para colaborar y recaudar fondos para la Fundación Josep Carreras, ya que mi madre falleció de Leucemia cuando yo era pequeña, y la otra para colaborar con AMAFE, la Asociación Madrileña de amigos y familiares de enfermos de Esquizofrenia, enfermedad que desgraciadamente padece el padre de mi hija: lo he vivido muy de cerca y fue el motivo de nuestra separación hace ya 14 años.

Espero que haya gustado mi historia personal, es muy sencilla, pero quiero que sirva de ejemplo y motivación a todas esas mujeres que no se han animado aún a comenzar…

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