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¿Cómo afecta lo que comemos a nuestro estado de ánimo?

Todo lo que comemos tiene un fuerte impacto en nuestro estado emocional y nuestro estado emocional influye directamente en la elección de lo que comemos. Todo está unido.

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Ya sabemos que el estado emocional tiene una gran influencia en nuestro cuerpo y nuestra salud. Si además juntamos ese estado con la alimentación que llevamos, podremos crear un óptimo bienestar físico/emocional y viceversa.

Para que todos comprendan de forma general cómo funciona el ser humano debemos explicar brevemente que el funcionamiento de nuestras células en conjunto son las que construyen/forman nuestro cuerpo.

El Dr. Bruce Lipton descubrió hace algunos años algo revelador: logró demostrar que la membrana de la célula capta el entorno y, en base a este, envía información al núcleo, dando este a su vez la orden de producción de las proteínas necesarias para su adaptación y funcionamiento. Por ello, podemos decir que dependiendo del entorno las células funcionan, se adaptan y se modifican.

El entorno es todo: el ambiente, las emociones y, claro está, los alimentos y sus composiciones, que a día de hoy están muy modificados en relación a nuestros orígenes. Las verduras, las semillas, los frutos secos…

Los pescados y las carnes actualmente también se encuentran modificados por la industria alimentaria y eso nuestro cuerpo lo siente; no hace falta hablar de los alimentos procesados, que enseguida se notan en el rendimiento y bienestar.

Todo lo que comemos tiene un fuerte impacto en nuestro estado emocional y nuestro estado emocional influye directamente en la elección de lo que comemos. Todo está unido.

Cuando estamos estresados, y no me refiero al dolor emocional profundo, tenemos tendencia a buscar algo que nos alivie ese estado emocional, y los alimentos nos proporcionan placer, por ello los buscamos más por la noche como un escape del día. Esto es un error, ya que el metabolismo está menos acelerado, dado que vamos a dormir.

Otro punto a destacar es el deseo suscitado por los alimentos con mucho azúcar, porque activan los mismos receptores cerebrales de la conquista y eso nos proporciona bienestar momentáneo. El problema es que el azúcar tiene un importante grado de adicción, similar al de algunas drogas. En el momento de su consumo nos sube los niveles de insulina en sangre y en el momento que estos bajan recibimos una información neuronal de esa falta de glucosa y volvemos a tener otro estímulo para consumir más alimentos con azúcar, y todos sabemos que estos alimentos son los que más nos hacen acumular grasa.

Otro punto que considero importante a tener en cuenta es que nuestro intestino es, de alguna forma, “nuestro segundo cerebro”, estando muy conectado con nuestro cerebro. Los alimentos contienen bacterias en su composición y el intestino está lleno de bacterias. Es por esto que, dependiendo del tipo de bacterias que entren en nuestro intestino a través del alimento, tendremos más de un tipo que de otro. Estas bacterias dominadoras serán las que marquen todo el proceso. Explico esto de otro modo: si comemos mucha comida rápida, nuestras bacterias predominantes serán de este tipo de comida y la información que llega a nuestro cerebro será que necesita más de este tipo, incitándonos a consumir más de este tipo.

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Cuando nuestro cerebro recibe la información de que tenemos hambre, el cerebro elige los alimentos y este proceso de bacterias y neuronas hace que la elección sea una u otra comida de manera inconsciente. Ya sabemos que el tema financiero también influye en la decisión, pero la causa es porque algo dentro de nosotros influye en la decisión. Si nosotros tenemos una alimentación basada en más legumbres, vegetales, pescado, carnes blancas… nuestras bacterias en mayoría serán de este tipo y nuestro impulso  por comida saludable aumentará. Por experiencia propia, el tiempo crítico de adaptación es la primera semana.

La elección de lo que comemos debe de ser realizada de forma consciente y eso incluye estar en el presente, sentir cómo estamos a nivel emocional es muy importante para que, en el momento de elegir los alimentos, valoremos cómo estamos a nivel emocional: triste, con rabia, ansiedad, etc. sabiendo que, dependiendo de ese estado emocional, somos impulsados por nuestro inconsciente a hacer una elección más saludable o menos, así  como las cantidades para conseguir ese estado de placer.

Puedo elegir alimentos que ofrezcan una mejor salud a mis células, para que estas estén en un entorno más favorable y de esta forma me ayuden al nivel de bienestar físico y emocional: alimentos provenientes de la naturaleza en suma de donde hacemos todos parte.

Alimentos como pescados azules (atún, caballa…) las semillas de lino o sésamo, que contienen grasas como Omega 3 y 6 son potentes antinflamatorios en varios niveles: el principal, el cerebral.

Otros alimentos que nos pueden ayudar a nivel de bienestar emocional son el pavo, o la castaña de cajú, que contiene gran cantidad de triptófano, un aminoácido precursor de la serotonina, hormona del bienestar y serenidad.

El Dr. español Mario Alonso Puig habla en sus conferencias de que tenemos dos tipos de estrés: el llamado distrés (malo) y el eustrés (bueno). El malo es producido por nuestro día a día (preocupaciones); el bueno es producido por el deporte, por eso actualmente tantas personas necesitan practicar deporte, pues los niveles de estrés (distrés/malo) cada vez están más elevados debido a los ritmos de trabajo y vida actuales. Por lo que, o recurrimos a los fármacos antidepresivos, o de forma natural utilizamos el deporte como medicina natural, disfrutando del aire libre y la naturaleza.

En resumen, y como bien es sabido, una buena alimentación y la práctica deportiva contribuyen a una mejora natural del estado físico y emocional de la persona.

Bruno Pires

Postgrado y Master en Bioneuroemoción.

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